La necesidad humana de crearse mitos para explicar situaciones que aparentemente son desconocidas, es una práctica verdaderamente antigua.
Desde la primeras civilizaciones, la resolución de fenómenos naturales, se daba a partir de historias fantásticas de dioses, semidioses e incluso mortales; pero siempre con el ingrediente activo de magia o divinidad.
Pero aún en la actualidad, en una supuesta era de razón y ciencia (que no necesariamente mata la imaginación), la humanidad ha transformado personajes históricos en mitos.
Así como Einstein es el símbolo de la ciencia e inteligencia, hay más figuras que, una vez extraída su historia de vida, convertimos en recipientes que sólo aceptan un adjetivo o cualidad.
Tenemos un par de ejemplos completamente distantes entre sí, unidos solamente por el hecho de haber dejado huella en el tiempo: Ernesto “el che” Guevara y Adolf Hitler.
El primero, hombre de letras y armas, representa la personalidad rebelde y aventurera. ¿Por qué su rostro es ahora un artículo de consumo? Algunos lo consideran completamente absorbido por el capitalismo, otros piensan que su imagen encarna el constante anhelo social de utopía, cambio y revolución. Cliché o no, “el che” es más mito que humano entre nosotros.
Quien se aventure a leer un par de biografías sobre este hombre, sin lugar a dudas perderá la imagen de “guerrillero semidiós” que de él se tiene, para contemplarlo en toda su humana expresión. Encontrará defectos y cualidades, atributos en realidad comunes en nuestra especie.
Por otro lado, tenemos el caso Hitler, que entre la sociedad, es la fiel personificación de la maldad.
No habrá quién logre expiar de toda culpa a las atroces decisiones que este hombre tomó en vida. Hoy día, parece que seguimos sin entender las motivaciones de este “Satanás del siglo XX”, es más, a veces ni siquiera desearíamos entrar en su cabeza para comprenderlo. Y aunque no lo justifica, hay que recordar lo que menciona Carl Sagan; “todos somos criaturas de nuestro tiempo y circunstancias, no es posible juzgar con los cánones de otras eras”.
Así que, más allá de encasillar entes históricos, debemos analizar su contexto político, social y hasta personal, para lograr entender y considerar sus acciones en la vida. No se trata de negar al mito como parte inherente a la subjetividad del individuo, pues bien se puede utilizar en pro de la creatividad y la imaginación, siempre y cuando no reduzcamos toda una vida a tan sólo un renglón.
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